martes, 11 de junio de 2013

05 LA CIUDAD DE LA MOVILIDAD Y LA VELOCIDAD

Podríamos decir que la movilidad y la velocidad han tomado una gran importancia en la sociedad contemporánea. Estos conceptos, lejos de su popularidad repentina como palabras clave en temas de planificación y urbanismo, nos remiten a una condición de cambio que se da en la actualidad, sobre ideas pasadas en cuanto a la concepción del espacio contemporáneo. Poco a poco, “movilidad” ha ido desplazando a “transporte”, no por ser un término diferente, sino por el alcance más efectivo que tiene el primero en relación del segundo, describiendo una condición de constante movimiento en los espacios arquitectónicos contemporáneos.

Probablemente, esta condición de cambio en el entendimiento de estos conceptos, tiene su origen en la estrecha relación que se da con los cambios sociales que atraviesan las ciudades actualmente. Si pensamos que la escala planetaria nos deja como conclusión que debemos pensar en capacidades de relación más que en una medida o dimensión determinada, generadas por un gran desarrollo en el campo de los medios de comunicación y redes virtuales, podemos decir que estamos ante un mar de conexiones multicapa que invaden todos los ámbitos del territorio urbano.

Además de los cambios en temas de tecnología e infraestructura, debemos entender que existen cambios en los comportamientos de los agentes de la sociedad, y que estos cambios originan nuevas formas de vida, y por lo tanto nuevas formas de entender el espacio contemporáneo.

Podemos observar de manera muy clara, la forma en que el “espacio vital”[1] ha ido cambiando no solo en su morfología, sino también en su distancia y capacidad de relación. Si en un principio, el “espacio vital” de un habitante medieval se reducía a una porción de territorio conformada por su alcance peatonal, con el desarrollo tecnológico en los diferentes medios de transporte, podemos entender que este alcance se incrementa, pero no de forma radial, es decir, como expansión de un centro, sino de forma nodal, con la generación de muchos centros alrededor del mapa. La movilidad que se necesita para lograr abarcar el “espacio vital” empieza en este momento a dejar fragmentos determinados por los recorridos que hay entre un centro y otro. Si pensamos que en la ciudad ultramoderna tenemos que contemplar la existencia de millones de “espacios vitales” (más de 8 millones en el caso de Lima), nos encontramos con una red superpuesta de nodos y recorridos, de centros y no lugares.

Por otro lado, el desarrollo tecnológico en el campo de la informática, nos lleva a tener en cuenta que el espacio ya no es algo indispensable para lograr los niveles de conectividad que necesitamos para cubrir nuestras actividades básicas en la ciudad, lo único indispensable, es una conexión a internet y un teléfono celular. Probablemente sea en este momento, en el que los habitantes dejaron de mirar al espacio, para agachar la cabeza hacia una diminuta pantalla que virtualmente me da la ilusión de estar en todos los espacios posibles, a un click de distancia.

Si bien los avances tecnológicos en cuanto a informática, sistemas de transporte y medios de comunicación, nos han determinado una configuración urbana, y sobre todo una actitud del ciudadano frente a su espacio –posiblemente en una condición de visitante, la actitud es diferente- debemos entender que la conformación del espacio contemporáneo está regida por la vida cotidiana, y la vida cotidiana contemporánea es guiada por la movilidad y la velocidad.

Esta movilidad y velocidad de las metrópolis ultramodernas, nos llevan a pensar en algunas condiciones sociales particulares, a las que deberíamos siempre tener presentes al referirnos a los sistemas de conexión urbanos. Algunas de estas alteraciones en el modelo social a partir de la movilidad, podrían ser el incremento del trabajo autónomo de los ciudadanos, y por lo tanto la diversificación de los espacios de destino, pensando que el trabajador pasa más tiempo recorriendo la ciudad que en los espacios destinados en una rutina diaria (Hercé, 2009).

Esto, podría llevarnos a una segunda alteración del modelo social, en el que los viajes a lo largo de la jornada diurna, pueden llegar a equilibrarse, y la tendencia de congestión u “hora punta” se ve cada vez más extendida en tiempo, llegando casi a niveles de equilibrio constante en determinadas situaciones. Esto nos lleva a entender que el espacio contemporáneo ya no es un espacio exclusivamente interior, sino que está conformado por el espacio relacional, es decir la ciudad, y los diversos espacios que nos permiten la movilidad sobre este territorio (automóviles, buses, aviones, etc.).

Todas estas condiciones de la ultramodernidad, en torno a la movilidad y velocidad en los diversos niveles de conexión de las metrópolis, nos indican la dirección a tomar en la conceptualización de un espacio contemporáneo, pero para romper este paradigma, lo que debemos hacer es tener conciencia que lo cotidiano no necesariamente es lo normal y lo mejor para el ciudadano, sino que debemos repensar la manera de entender nuestra ocupación espacial, no renunciando a las condiciones de movilidad y velocidad que se nos implantan como exigencias contemporáneas, sino utilizando estos problemas como oportunidades para repensar el espacio, la ciudad y su misión como integradora del lugar relacional entre todos los ciudadanos.


Imágenes de autopistas en la ciudad





[1] Se utilizara este término para referirse a la serie de espacios que constituyen el hábitat cotidiano de una persona en su ocupación de la ciudad para lograr cumplir sus necesidades básicas: vivienda, trabajo, estudio, recreación, consumo, etc.

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