Imaginarios. Las ciudades contemporáneas se construyen no solamente
de cemento y ladrillos, sino también del imaginario de las personas. Para esta
condición de ciudad imaginada, se pueden tener diversas entradas, ya que todo
depende de la percepción de la sociedad, y esto puede ir desde un punto
particular para el individuo, como para un grupo de ciudadanos en colectividad.
Los imaginarios además, nos hacen tener una referencia de los puntos clave de
las ciudades, a partir de los recuerdos o visiones de sus habitantes, que
hablan no solamente de arquitectura, sino además de una condición de sociedad y
cultura especifica. Los imaginarios además, nos pueden llevar a un conocimiento
de ciertos lugares, en los que muchas veces no hemos estado físicamente, pero
que los sentimos parte de nuestro bagaje cultural, gracias al poder de los
medios de comunicación y sistemas informáticos y de conexión instantánea
(internet, televisión, radio, prensa, etc.).
Exposición. La ciudad contemporánea, que ha sido absorbida por el
capitalismo desbordado de la modernidad, nos deja a los ciudadanos delante de
un escenario en el cual todos somos artistas, y en donde todos queremos el
papel protagónico. Esta condición de exposición espectacular, no solo se da en
las personas, sino también en la arquitectura, ya sea convirtiendo la ciudad en
una vitrina de exposición de productos o de interacciones sociales, sino además
tratando de destacar del resto de arquitecturas, con acciones espectaculares y
haciendo despliegue de su tecnología, generando una ciudad llena de estímulos,
haciendo una cacofonía urbana de la que todos somos actores y espectadores al
mismo tiempo.
Velocidad. Los tiempos han disminuido tremendamente, la
información se transmite a una velocidad increíble, que nos hacen ser parte de
una red de actualización de datos inmediata, lo que sucede al otro lado del
mundo, lo puedo saber en segundos. Y no solo eso, ahora también la interacción,
modificación de datos, y propia manipulación de la información existente, en un
espacio físico inexistente, facilita mucho la vida cotidiana, y nos convierte
en seres totalmente conectados con el mundo.
Esta forma de entender el
universo virtual, muchas veces nos genera un desprendimiento de lo “real”, o de
lo físico. Los tiempos cambian, las distancias se acortan, y por lo tanto, las
dependencias físicas se van evaporando, haciendo que los personajes urbanos
desaparezcan, para recluirse en sus pequeñas cajas de interacción, dejando de
lado la vida pública de nivel físico, y reemplazándola por el nivel virtual.
Las personas ya no necesitan de la ciudad o del espacio público para acceder a
cultura, educación, recreación o incluso interacción social, sino que lo tienen
a un click de distancia, y con toda
la intensificación iconográfica, que nos hace olvidar lo que es el contacto
humano.
Autopistas en Sao Paulo.
Ingravidez. Referida al estado de perplejidad en que nos
encontramos en algunos puntos de nuestras ciudades ultramodernas. Este estado
de perplejidad, nos lleva a vernos inmersos en los constantes cambios de
configuración urbana, a estar expuestos a la movilidad y velocidad, a tener
acceso a una gran red de información en el mundo virtual, y sobre todo, a
vernos como un ente casi invisible que flota por espacios urbanos, donde parece
que el tiempo no es real, y se traduce en un fondo parecido a una escenografía
de ciencia ficción (Musset, 2007).
Torre Interbank, Javier Prado con Vía Expresa, 2012.
Se podría entender esta
ingravidez, como una condición del estado de perplejidad de las ciudades
contemporáneas, que se da como resultado de las características ultramodernas
antes expuestas, y son percibidas gracias a los no lugares de la nueva
metrópolis.
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